jueves, 6 de noviembre de 2008

La Gran Madre

La gran madre amaneció mirándose en un espejo.
Así nacieron todas las madres. La gran madre tenía los ojos color de abismo. La pequeña madre los tenía color de cielo.
Junto al templo de Kali, en la antigua ciudad de Amber, el sacerdote de túnica roja y de pies manchados con sangre del sacrificio, me explicó que la gran madre tenía los ojos color de abismo. Y así supe que yo no había tenido una madre sino muchas. Porque el color del abismo ha llenado mi vida. Y porque es el abismo el que se abre cada vez más en mi alma.
Busco dentro de mí el ataúd de la madre para abrilo. El ataúd de la madre tiene la forma del cuerpo de la Reina de Saba y también de Jesucristo.
Tiene la forma de nuestra propia alma.
Cuando se abre, el ataúd de la madre se destruye.
Pero un perfume a cedro antiguo envuelve el mundo.

Las visitas de la Reina de Saba, Miguel Serrano
prólogo de C.G. JUNG