miércoles, 28 de noviembre de 2007

Amigo

Tengo un amigo peruano. Es filósofo, poeta y místico. Lo conocí en la Universidad de Buenos Aires, estudia filosofía pero se interesó también por la antropología y decidió cursar algunas (las más jugosas) materias de la carrera que pretende estudiar al hombre. Hace pocos días me llevó a tomar chicha y leche de tigre para despedirse por un tiempo, vuelve a Perú.
Sentí, ese mediodía, que no habíamos hablado. Simplemente disfrutamos del Estar, del Estar presente con el Otro. Y sentir que el Otro inter-pela, que con-mueve, que des-nuda. Eso es, sentir que estamos enmarañados que nos sentimos tan solos y de repente: aparece el Otro sagrado que ayuda a salirse, a olvidarse de uno mismo.

Me sentí viva, a salvo, feliz a pesar de los melancólicos boleros peruanos que se escuchaban de fondo a todo volumen. Ya no pensaba, no juzgaba, dejaba que el cuerpo hable. Quería decodificar sus gestos, sus emociones, el sentido de sus palabras, su lenguaje.

¿Es posible comprender el karma, el lente del Otro?

En el intento, el tiempo que fluía se detuvo. Pequeñas gotas se deslizaron formando lentamente una enorme laguna, un lago inmenso brilloso y ondulante. Los que nos vieron desde arriba dijeron que flotábamos sobre el agua, agarrados de la mano...

Que delicia pintar esa imagen y escuchar a lo lejos música ancestral, mantras quizás, de un monje tibetano.

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