viernes, 30 de noviembre de 2007

La pequeña Kampucheana o La pequeña Camboyana

Una historia real

El sol cae, se desliza cariñoso sobre la húmeda selva Kampucheana
Sin forcejear la masa verde, se vuelve negra
Un ser indómito despierta aullando, crujiendo y blandiendo ramas,
Lo bueno se confunde con lo malo: una mezcla viscosa sin bordes ni fronteras.

Rocham Phoeung tiene nueve años,
Vive en Oyadao, un pueblito en el linde de la selva Ratankiri
Todos duermen: abuela, papá, mamá, hermanos y jueguetes de arroz
Rocham, encambio sueña. Su cuerpo se expande se sofoca dentro de la choza de madera.

Anida el viento entre el bamboo,
Esculpe sonidos huecos que erizan el pelaje de los osos, los leopardos y los tigres
Temerosa la serpiente se enrosca al árbol de confianza,
En busca de algo el viento se desata.

Un cielo inmenso al descubierto con sus estrellas Rocham mira
"Casa sin techo, viento entrará. Casa sin fuego, se derrumbará"
La abuela susurra, canta entre sueños
La pequeña tiembla, una ráfaga roba el último fuego.

Sin pensar estira el cuerpo: Brazos, manos, pies y piernas
Flota, flota. Vuela, vuela.
Una ruta conocida en el paisaje sigue,
Llega al lugar
Aplaude, llora y rie.

Palpa con sus manos la tierra,
que la sostiene como la base de un cuenco de arcilla fresa
Corta tallos verdes emitiendo un chillido valiente
Satisfecha, se sienta sobre una piedra caliente.

Contempla la llanura que la separa de la selva.
Suspendido el viento sobre su cabeza recorre su cabello
Formando pequeños remolinos.
El puño izquierdo cerrado de Rocham transpira gotas verdes...

Un coro de monos y cigarras exalta el sonido de pasos galopantes
La pequeña tiesa, observa como avanza la manada.

Los latidos y el galope, resuenan juntos dentro del cuerpo
Los ojos tejen un cerco que rodea a los animales
Rocham tira, tira, tira.
Juega a ser la madre de aquellos búfalos gigantes
En un impulso se pone de pié,
Extiende su puño que aún gotea.
Sin saber porqué, se entrega.

Chasqueando su lengua, el búfalo degusta,
Adora comer de la mano de Rocham.

La luna en un instante cambió los colores
La baraba azul roza el hombro de la pequeña, cada vez más diminuta.
Sujeta el pelaje fuerte, tan fuerte que
Sus pies ya no sienten el cosquilleo de los pastizales.

En un arrebato, como una nube que se disipa
Se entremezclan, se pierden, se dispersan
No se distinguen el uno del otro
Son ahora parte del paisaje,
Parte de la selva Kampucheana
Que será para el búfalo azul y para Rocham nada menos que una Gran Morada...

Continuará...

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